Los limones de la vida

Dicen que si la vida te da limones, que hagas limonada. Pero si los limones están podridos por dentro, esa limonada no hay dios que se la beba.

Las circunstancias pre-viaje, ya se nos complicaron bastante, pero siempre con su lado bueno y sin impedirnos seguir con nuestros planes. Digamos que pudimos hacer limonada, y que nos salió bastante rica. Sin embargo, la limonada que nos tocó hacer al mes de empezar la aventura sólo podía provocarnos vómitos.

Os hago aquí una lista de las cosas que nos fueron pasando. Si alguno es capaz de hacer la lectura positiva, por favor, que me la deje en comentarios:

  1. Me llega un email en el que me comunican que la mutua de la empresa ha propuesto mi alta laboral.
  2. Recibimos la noticia de que había perdido el juicio. La sentecia es de chiste, dando por hechos probados mentiras que contó la empresa, y con razonamientos ilógicos como: la empleada no puede darle el pecho al bebé mientras trabaja porque sería incómodo para la criatura; pero la empleada debe separarse de su hija dos días a semana para ir a trabajar de manera presencial. Como si eso no fuera más incómodo y traumático para Mïa. ¡Bravo por la justicia en este país! 👏🏻 (Ironía modo On).
  3. Se nos estropea el grifo del fregadero de la furgo: no sale agua y es un jaleo fregar los platos (en fuentes de las áreas de servicio, en la ducha de la furgo, dejándo mínimamente abierto el grifo del baño para que active la bomba y entonces poder usar el fregadero,…).
  4. El INSS decide darme el alta, sin siquiera llamarme o visitarme, por lo que tengo que incorporarme al trabajo por una semana, hasta que Marc empiece su nuevo curro, y yo mi deseada excedencia. Porque no queremos tener una semana del mes en la que ninguno de los dos cobre.
  5. La empresa (o mejor dicho: el departamento de rrhh [o mejor dicho: el jefe del departamento de rrhh]) se dedica a hacerme la vida imposible durante esa triste semana de transición. Aún sabiendo que tengo dificultades para ir a la oficina. Y aún sabiendo que la razón de mi excedencia es, entre otras cosas, mis dificultades para trabajar de manera presencial. Cero empatía, cero colaboración… un trato que se me antojaba mobbing.
  6. El inversor de la camper, que nos pusieron nuevo antes de irnos, deja de funcionar. Lo que significa que no podemos enchufar nada en la furgo. Dicho en otras palabras: Marc no puede trabajar desde la furgo. Lo que se traduce en seguir atrapados en casa de mi madre.
  7. El motor que hace salir y entrar el váter de Moixaina también se nos escacharra, y nos toca tirar y empujar de él cada vez que necesitamos usarlo.

Después de todo esto, nuestra decisión fue tirar la limonada por el desagüe y pasarnos al zumo de naranja. Que las cosas no tengan su lado positivo, no significa que no tengan solución.

Al final, los contratiempos de la furgo pudimos solventarlos en una misma mañana, en un taller de camperización en León, mientras visitamos la ciudad.

Y mi semana de trabajo terminó antes de lo esperado. Ese trato decepcionante por parte de rrhh volvió a provocarme ansiedad y, de nuevo, una baja médica, a la que le sucedió el inicio de mi excedencia. Después de firmar todo el papeleo y devolver el portátil, me quedé como una reina. Aunque, para ser sinceros, lo que verdaderamente me hizo quedarme más ancha que larga fue mi email de despedida (lo podéis ver aquí: Despedida feminista).

”Naranjas, naranjas, limones, limones, yo tengo una vida que vale millones”

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