Hace casi un año ya que adquirimos a Moixaina para recorrer Europa con ella; y hace casi un año que decidimos cancelar el plan. No sé, todo resultaba muy difícil: recoger la casa, tener internet en la furgo para trabajar, que si las baterías no dan suficiente electricidad, que si en verano hace mucho calor… Y sin embargo, ¡irse un fin de semana, o incluso un par de semanas, era tan guay y enriquecedor…!
Primero nos íbamos a ir en enero, luego en febrero, luego en abril…por fin alguno expreso lo que ambos sentíamos: quedémonos aquí, comprémonos un piso y tengamos la camper para fines de semana. ¡Uff! ¡Qué liberación y relax! Lo del piso al final no pudo ser, pero bueno, tampoco era el mejor momento para comprar.
Entonces llegó el verano, con ese calor que no te permite dormir en ningún sitio sin aire acondicionado, y menos en la camper. Tres meses aparcadita que tuvimos a Moixaina. Quisimos ponerle aire acondicionado, pero las piezas no terminaban de encajar.
Al verano le sucedió la imperativa de mi empresa de hacerme ir a trabajar dos días por semana, su negativa a adaptarme la jornada al teletrabajo para poder conciliar la vida familiar, y mi consecuente denuncia por ello. La espera de un juicio (con la incertidumbre que conlleva), junto con el agobio de estar incumpliendo mi contrato y poder ser despedida por ello, no pudo desembocar más que en una ansiedad que me regalaría una baja maravillosa. Mïa, en su momento más gracioso y espléndido, y yo, con el 100% de mi tiempo para regalárselo. Aunque me costó habituarme a tener que estar constantemente pendiente de ella, sin una persona extra con quien repartir la responsabilidad en cualquier momento, acabamos creando una rutina preciosa en la que yo le propongo planes para entrenernos, y ella me deja observar cómo aprende y absorbe la vida que le ofrecemos. Después de esto, yo no podía darle de nuevo la rutina de intentar que interactue lo mínimo con mamá y papá por las mañanas para que ellos puedan trabajar; siesta al mediodía porque es muy cansado pedir y tener paciencia para recibir atención constantemente, y sólo la tarde para ir al parque e interactuar con otras personas (tanto niños, como adultos). Y no, que Mïa se quede a cargo de desconocidos tampoco era una opción.
La vuelta al trabajo, después de esta baja, se me hacía imposible, la idea de una excendencia rondaba más que nunca por mi cabeza; pero prescindir de mi sueldo por completo es algo que no nos podíamos permitir, a no ser… Y entonces apareció de nuevo esa idea hippie, bohemia, que ahora está muy de moda, pero que yo ya anhelaba en mi adolescencia: dejarlo todo y recorrer Europa en una furgoneta. Esta vez sí. Con el nuevo sueldo de Marc, yo de excedencia, y con una necesidad imperiosa de seguir compartiendo el tiempo con Mïa, hasta que la viéramos capaz y con ganas de ir a una escuela. Con estos ingredientes no podíamos más que reintentarlo.
¿Que si tenemos miedos y dudas? Por supuesto, pero esta vez no superan a la ilusión y las ganas.
¡AHORA SÍ!